viernes, 6 de octubre de 2017



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Los primeros Picós fueron construidos en Colombia en 1950 y en sus inicios eran extensiones de la vitrola familiar a la que empezaron a conectar pequeños altavoces que luego se colgaban en los árboles del patio trasero de las casas para generar más volumen durante las 

La sabiduría popular dice que los “costeños” siempre quieren tener un sonido más potente que el del vecino, por lo que los picós rápidamente se empiezan a alquilar para fiestas familiares, estaderos y verbenas populares; con el tiempo se vuelven cada más elaborados lo que genera un desarrollo tecnológico en el que algunos técnicos aprendieron cómo adaptar, cada vez más profesionalmente, los parlantes a amplificadores más grandes con el fin de proporcionar más potencia de volumen.


No hay un acuerdo acerca del sitio de origen de los primeros Picós, algunas investigaciones apuntan a que fueron construidos en Cartagena, otros aseguran que nacieron en Barranquilla, y cada investigación está respaldada con nombres, cifras y datos.


Sabemos que por los años 50´s los picós de Cartagena y Barranquilla servían como medio de difusión de música Costeña, Cumbia, Porro, Merecumbe y música Cubana, sobre todo Mambo y Rumba, que estaba de moda en todo el Caribe.


En Cartagena los picós empezaron a popularizarse entre los años de 1945 a 1950 con diseños artesanales y pinturas llamativas en el Pasaje Boca del Toro del barrio de San Diego.


En los 50´s las cajas de sonido no rebasaban un metro de altura, 1 ó 1.20 m. de ancho y sólo tenían dos parlantes con bobinas de 15 ó 18 pulgadas, generalmente de marca Jim Lansing (después conocidos como JBL por las siglas del nombre de este ingeniero electrónico norteamericano).fiestas.







Pionero en sonido estéreo


El Ray fue, según los entendidos en la materia, el primer picó de Colombia con sonido estéreo. Después de las del presentaciones de este se acrecentaron las ganas en algunos apasionados de la música verbena, de tener sus propios 'picocitos' o réplicas. Todo esto vino luego de que los picós tradicionales empezaron a desaparecer o quedar relegados por poderosas máquinas, que actualmente pueden poner a bailar a los asistentes de un estadio.

Mientras De Alba busca en su computador un tema verbenero para que las manos de los presentes no se queden sin cerveza y los píes no paren de moverse, Reales toma la palabra. Indicó que a pesar de todos los cambios que ha vivido la cultura picoteril, aún se conserva su esencia musical, basada en la salsa, y ritmos africanos, jíbaros y tropicales.

Ahora es el Gran Ché el que pone el sabor en la esquina. Sus cuatro parlantes de 10 pulgadas, más el otro de 15, junto con los brillos hechizos (a los que le gusta llamar de mano criolla), marcan el ritmo y la tarde empieza a caer.

Quien está encargado de la manufactura de los pequeños escaparates musicales y de todo lo que tiene que ver con la estructura de los bafles es Edgardo Bovea, un ebanista de 44 años conocido popularmente como El Mono.

Este también vive la pa sión de la verbena, pero a través de la madera, las puntillas y las lijas.

“Desde muy niño fabricaba baflecitos y me fui encariñando con este universo. Ahora me buscan mucho para crear cualquier tipo de máquina musical, sin embargo mi especialidad es hacer réplicas. Me llama mucho la atención hacerlas porque exige que uno esté muy concentrado en los detalles para llegar a la similitud con los picós originales”, expresa Bovea, mientras le da unos golpes a un madero para que encaje en un pequeño bafle donde irá un brillo.

Otro de los aspectos que le gusta a El Mono, a propósito del mundo de los picós, es que en Soledad siempre hay trabajo, pues cada vez son más los que se quieren sumarse a esta tendencia, que, entre otras cosas, resulta, día a día, más costosa.

El picó de De Alba está avaluado en 15 millones de pesos. Él mismo es quien da el precio, no sin antes mirar el pequeño reproductor musical de reojo, pero asegura que el valor sentimental no hay quien se lo pague.

Mientras enumera y da una breve descripción de todas las partes que tiene su mini Solista, explica que solo los conocedores de la materia saben la calidad de los aparatos y de las marcas que se utilizan para convertir la madera, unas consolas, un computador, un tocadiscos y unos parlantes, en una verdadera máquina del tiempo



El cuerpo del picó


Raúl Rambao, un técnico en electrónica de 43 años, es un conocedor de todo los aparatos que lleva dentro un pico. Sabe de esto porque sus estudios profesionales están ligados a este tipo equipos de sonido, y por que su padre tiene un picó que también dio mucho de que hablar en Soledad. El famoso escaparate es El Junior

“Porque sé fabricar amplificadores, soy soledeño, me gusta la música verbena y el mundo picoteril y porque mi padre me enseñó muchísimas cosas sobre esta linda escena del Caribe, fue que me decidí a crear mi réplica, y por supuesto lo hice en honor a mi padre”.

El Nuevo Junior, propiedad de Rambao, puede costar unos 10 millones de pesos, tiene tres años de vida musical y suele presentarse en estaderos y fiestas familiares.

Para la mayoría de los soledeños estas máquinas productoras de felicidad y buenos recuerdos son el mejor invento de finales del siglo 20, puesto que la mayoría añora tener uno para llenar su casa de los tiempos en los que Aníbal Velásquez y la Billo’s Caracas Boys eran los dueños del ritmo y la gozadera
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